La palabra latina Biblia procede del griego que significa “libros”, tomando ese nombre por los biblos, rollos de papiro donde se escribían los textos, llamados así por ser importados de la ciudad fenicia Biblos. La Biblia, por tanto, no es un libro, sino una recopilación de muchos, variables en número según sea una Biblia católica, judía o protestante.

La Biblia es la palabra de Dios. Dios es su autor y así lo promulga y certifica la Iglesia católica en su catecismo: “La Sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo”.
“Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. La Santa Madre Iglesia, fiel a la base de los apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, en todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia” (del documento Dei Verbum elaborado en el Concilio Vaticano II).
Así pues, Dios es el autor, instigador y responsable de todos los hechos que narra la Biblia, muchos de los cuales son episodios de venganza, violencia y sexo que superan con mucho los límites de lo aceptable y que contradicen al Dios puro, generoso y bondadoso que venden en otros pasajes.
Por ejemplo. No matarás es uno de los diez mandamientos de obligado cumplimiento que el Señor le entregó a Moisés grabados con sus dedos a fuego sobre unas tablas, cuando se le apareció en medio de una zarza ardiendo.
Pues ése Dios de amor y paz que otorga esa Ley a Moisés, es el mismo que le dicta otra atroz: “si un hombre tiene un hijo rebelde y desvergonzado, que no atiende lo que le mandan su padre o su madre (…) sus padres lo agarrarán y llevarán ante los jefes de la ciudad, a la puerta donde se juzga (…) Entonces todo el pueblo le tirará piedras hasta que muera” (cap.21 del Deuteronomio, versículos 18-21).
Ejemplos así son los que iremos publicando en distintos post para que los creyentes conozcan que libro tienen de cabecera. Y si algún pasaje les ofende, las reclamaciones y quejas a su autor, es decir, a Dios.
A los ateos nos reafirma en lo que creemos: que no fue Dios quién creó al hombre, sino más bien al contrario, fueron los hombres los que crearon a Dios, bueno o malo según convenga. Leyendo la palabra de Dios, también se entienden algunas conductas de la Iglesia.
Un caso de incesto: Lot y sus hijas
Lot era un hombre bueno, sobrino de Abraham, que vivía en Sodoma junto con su mujer y dos hijas. Sodoma y su vecina Gomorra eran ciudades libertinas en las que la homosexualidad era algo normal y extendido. Dios no podía consentir semejante conducta por lo que envío a dos ángeles a avisar a Lot que abandonara la ciudad con su familia porque iba a destruir ambas ciudades.
Los ángeles, para los pervertidos sodomitas debieron parecer una perita en dulce por lo que quisieron violarlos. Lot, en un intento de evitar tal aberración, ofreció a sus dos hijas para uso y disfrute de los sodomitas, quienes agradecieron el gesto del anciano pero declinaron su ofrecimiento; preferían a las criaturas celestiales Esto encolerizó aún más a Dios que, en persona, ordenó a Lot salir de la ciudad para escapar de la destrucción, sin mirar atrás.
Lot, su mujer y sus dos hijas partieron rumbo a un pueblecito cercano, Soar. “Entonces el Señor hizo que cayera del cielo una lluvia de fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra. Así destruyó a esas ciudades y a todos sus habitantes, junto con toda la llanura y la vegetación del suelo”. (Génesis 19:24-25)
En la huída, la mujer de Lot fue convertida por Dios en estatua de sal por curiosa, acción que no mereció ni un solo reproche del repentino viudo.
Algún tiempo después, y sin causa justificada, Lot y sus hijas abandonaron Soar para irse a vivir a una cueva en el monte. Las chicas, despistadas ellas, olvidando que venían de un pueblo habitado, creyéndose solos en el mundo, para perpetuar la especie, pensaron en su padre. Y se pusieron a ello. Dijo la mayor a la menor: “nuestro padre está viejo y no ha quedado un solo hombre en esta región que pueda unirse a nosotras (…) Ven y embriaguémoslo con vino y acostémonos con él. Así sobrevivirá la familia de nuestro padre”. Y así lo hicieron aquella misma noche, y la mayor se acostó con su padre.

Al día siguiente dijo la mayor a la menor: “ya sabes que me acosté anoche con mi padre. Hagámosle beber vino otra vez esta noche y te acuestas tú también con él, para que la raza de nuestro padre no desaparezca”.
Así es como las dos hijas de Lot quedaron embarazadas de su padre. La mayor dio a luz a un hijo al que llamó Moab, origen de los moabitas. La menor también dio a luz a un hijo al que llamó Ben-Ammí, origen de los amonitas (Génesis, cap.19-ver.15-38).
Después después de este bonito relato, parece que estamos ante un Dios pervertido y desmemoriado. Lleva al incesto a Lot con sus hijas, cuando él mismo dice en el Levítico, capítulo 18, versículo 7: “no tendrás relaciones con tu padre ni con tu madre”.
Conclusión: Dios es como Rajoy: dice una cosa y hace la contraria.
Fuente: Los pésimos ejemplos de Dios…según la Biblia, de Pepe Rodríguez