Las calles de las ciudades y pueblos de España van a estar ocupadas en breve por multitud de procesiones recreando la pasión y muerte de Jesucristo. Todas ellas son una exhibición de falso fervor religioso, acompañadas de una excelente imaginería de altísimo valor artístico en muchos casos.

Hay alguna excepción a la sobriedad místico-religiosa que impera en las procesiones de Semana Santa. Por ejemplo, una muy curiosa que se celebra en León en la madrugada del Jueves al Viernes Santo: el entierro de Genarín.
Esta procesión se caracteriza por su carácter laico, bullicioso y alcohólico. Se realiza en conmemoración de Genaro Blanco, un vecino de León de principios del siglo pasado y finales del anterior, que murió la noche del Jueves Santo de 1929 atropellado por el primer camión de la basura que hubo en la ciudad (conocido como la Bonifacia) mientras evacuaba junto a la muralla que la rodea.

Genarín era un hombre rudo, bajito, feo, putero y borracho. Devoto hasta la extenuación del vino y el orujo, de día iba de bar en bar y de noche hacía su particular vía-crucis por los burdeles de la ciudad. Su cadáver fue encontrado por una prostituta, la Moncha, quién le tapó la cara con un periódico en el que quedó impreso el rostro del finado, milagro por el cual la mujer abandonó su disoluta y pecadora vida.
Al año siguiente de su muerte, cuatro evangelistas amigos suyos, se reunieron para rendir homenaje a Genarín recorriendo en romería los bares y prostíbulos de los que era asíduo. A partir de aquí, el tributo se repitió anualmente y fue creciendo hasta la multitudinaria procesión que hoy es (el entierro de Genarín se prohibió en 1957 y no se recuperó hasta la llegada de la Democracia).

Cada año, la Cofradía de Nuestro Santo Padre Genarín, cuatro cabezudos (los cuatro amigos evangelistas) y multitud de fieles pasean una imagen de Genarín junto a un barril de orujo y otra de la Moncha por las calles de León, empachados de orujo, hasta el lugar de su muerte. Allí, un cofrade escala la muralla y coloca en lo alto una botella de orujo, queso, pan y dos naranjas, los alimentos preferidos de Genaro.
Se da por concluido el vía-crucis con la entonación de los siguientes versos:
Y antes de ser declamadas para gloria de este mundo,
siguiéndote en tus costumbres, pues nunca ganasteis lujos,
bebamos a tu memoria una copina de orujo,
que fue lo que más chupaste antes de ser difunto.
El entierro de genarín:
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