Alineación del Barça frente al Bayern para la remontada
La que realmente sacó:
Alineación del Barça frente al Bayern para la remontada
La que realmente sacó:
Bebé superdotado:
El bebé se ha hecho mayor:
El Bananero: Harry Potter:
El Bananero: Crepúsculo:
Otro más. El Bananero: John salchichón Rambo en “La Verganza”
Terrorífico tiburón-gato.
Videoclip. Los Porretas: Jodido futuro.
Se cumplen (ayer) 76 años del bombardeo de Guernica por la aviación alemana. Guernica ha quedado como símbolo, gracias al cuadro de Picasso, del horror de la Guerra Cívil. Una Guerra iniciada por un grupo de militares golpistas liderados por un mediocre, acomplejado y rechoncho al que apodaban Paca la culona y Mis Canarias, pero un asesino despiadado y sin escrúpulos que tiranizó España durante casi 40 años.
Queriendo potenciar el turismo, el alcalde de Bilbao decide hacer algo para llamar la atención del mundo.
Llama a los funcionarios del Ayuntamiento y al jefe de la policía local y les ordena enviar un telegrama a Pekín declarando la guerra.
Se recibe el telegrama, y el presidente de China pregunta a sus generales: Bilbao nos declara la guerra…., ¿Dónde está Bilbao….
Después de 4 horas localizando al belicoso país, encuentran que Bilbao es una pequeña ciudad, semejante a la cagada de una mosca en el mapamundi, ubicada al Norte de España.
Analizando el riesgo de semejante conflicto bélico, las autoridades militares chinas deciden aceptar la guerra.
El presidente llama a su secretaria y le ordena:
— Contéstele al gobierno local Bilbaíno y dígale que aceptamos guerra, y que además, nos digan con que potencial militar cuentan.
Se recibe el telegrama en Bilbao. Después de leerlo, el alcalde le dice a un funcionario del Ayuntamiento:
–Vamos a contestarle a esa gente: Contamos con 1.200 policías locales, 800 bomberos, 1.300 pistolas, diez escopetas de caza, 300 coches de policía, tres gabarras y dos lanchas neumáticas con motor fuera borda; además, la Defensa Civil la componemos: el alcalde, 10 funcionarios y los jubilados de los hogares del pensionista; envíeselo y que nos digan ellos con que cuentan para hacernos frente.
Respuesta de China:
–Contamos con 27 millones de soldados, 120 mil oficiales, 24 generales y 6 Almirantes, 200 mil cañones, 25 mil tanques, 36 mil aviones, 150 submarinos, 30 portaaviones, 18 buques cisternas todo dirigido por satélite.
Se recibe el telegrama en Bilbao.
Respuesta del Alcalde:
–Bilbao no acepta la guerra por no tener sitio para tantos prisioneros.
El relato que a continuación se expone es un suceso real sacado del libro Nacer mujer en China, de Xinran Xue (cuya traducción es “con mucho gusto”), de muy recomendable lectura.
La autora, presentadora de un programa radiofónico en 1989, recibe una carta denunciando el hecho acaecido en una aldea, según el cual un anciano ha secuestrado a una niña obligándola a casarse con él y, ante el miedo a que escape, la mantiene encadenada. Esta es sólo una de las cientos de historias y testimonios que recibe en la emisora dando cuenta de la desconocida y cruda realidad de las mujeres en China.
El libro nace de una selección de esos testimonios. Testimonios según los cuales no sólo conoceremos el lugar y el papel que la mujer ocupa y desempeña, sino que, sútilmente, sabremos algo más sobre la China de Mao y la China comunista/capitalista actual.
En el capítulo 5 que da título a este post, madres que soportaron un terremoto, la periodista se desplaza a la ciudad industrial de Tangshan, que había sido reconstruida tras su total destrucción durante el colosal terremoto del 28 de julio de 1976, en el que perdieron la vida trescientas mil personas. Se entera de la existencia de un orfanato cercano fundado y dirigido por madres que habían perdido a sus hijos durante el terremoto. Me contaron que lo financiaban con el dinero de la indemnización que habían recibido. Era un orfanato sin funcionarios, algunos lo llamaban «una familia sin hombres». Allí vivían unas cuantas madres dedicadas en cuerpo y alma del cuidado de varias docenas de niños.
De entre los dramáticos testimonios que la autora recoge de algunas de esas mujeres, transcribo el siguiente, absolutamente desgarrador:
La señora Yang y se encargaba de las comidas de los niños. Cuando llegué estaba supervisando la cena de los pequeños.
—Mire cómo los niños disfrutan de la comida —me dijo.
—Debe de ser porque es una buena cocinera.
—No necesariamente. Los niños disfrutan de ciertas cosas, como de la comida con formas especiales. Aunque no se trate más que de pan cocido, si tiene forma de conejito o de cachorro, comerán más. También les gustan las cosas dulces, y por tanto disfrutan con los platos agridulces y con el cerdo asado cantonés. Les gusta la comida que resulta fácil de masticar, como las albóndigas o las bolitas de verduras. Los niños siempre creen que lo que tienen sus amigos es mejor, y por eso debes dejar que elijan su comida y se la intercambien como quieran. Estimula su interés por ella. Mi hija era exactamente igual. Si le ofrecías una porción de la misma cosa sobre distintos platos se emocionaba.
La señora Yang sacudió la cabeza.
Yo le dije, indecisa:
—Tengo entendido que su hija…
—Te contaré la historia de mi hija si quieres, pero no lo haré aquí. No quiero que los niños me vean llorar. Resulta tan reconfortante verlos comer y reír así de felices, realmente me hacen…
Interrumpió su discurso, de pronto su voz se había roto por el llanto.
Intenté consolarla amablemente.
—¿Tía Yang?
—Aquí no, vayamos a mi habitación.
—¿A su habitación?
—Sí, soy la única que tiene habitación propia porque mi otra tarea es cuidar de los informes médicos y las pertenencias personales de los niños. No podemos permitir que los niños se acerquen a ellos.
La habitación de la señora Yang era muy pequeña. Una de las paredes estaba casi cubierta por completo por una fotografía que había sido ampliada hasta tal punto que parecía un cuadro de puntos de color. Mostraba una joven de ojos vivaces, con los labios separados como si fuera a hablar.
Clavando la mirada en la foto, la señora Yang dijo:
—Ésta es mi hija. Sacaron la foto cuando acabó la escuela primaria. Es la única foto que tengo de ella.
—Es muy guapa.
—Sí. Incluso en la guardería, siempre estaba actuando y haciendo discursos.
—Debió de ser muy inteligente.
—Eso creo. Nunca fue la mejor de la clase, pero nunca me dio motivos para preocuparme —dijo la señora Yang mientras acariciaba la fotografía—. Hace ya casi veinte años que me dejó. Sé que no quería irse. Tenía catorce años. Sabía de la vida y de la muerte, no quería morir.
—Me han dicho que sobrevivió al terremoto, ¿no?
—Sí, así es. Pero hubiera sido preferible que hubiera muerto aplastada al instante. Estuvo agonizando durante dos semanas, dos semanas y dos horas, sabiendo que iba a morir. Y sólo tenía catorce años —dijo la señora Yang, derrumbándose.
Incapaz de retener las lágrimas, le dije:
—Tía Yang, lo siento —y la rodeé con mis brazos.
Ella sollozó durante unos minutos y añadió:
—Estoy… estoy bien. Xinran, no puedes imaginarte lo terrible que fue. Nunca olvidaré la expresión de su rostro —dijo volviendo a mirar la fotografía con una mirada llena de amor—. Su boca estaba entreabierta, igual que aquí…
Afligida por sus lágrimas le dije:
—Tía Yang, ha estado trabajando todo el día, está cansada. Ya hablaremos la próxima vez, ¿le parece?
La señora Yang se serenó y dijo:
—No, me han dicho que tienes poco tiempo. Has venido hasta aquí sólo para escuchar nuestras historias. No puedo permitir que te vayas sin nada.
—No importa, tengo tiempo —le aseguré.
Ella se mostró decidida.
—No, ni hablar. Te lo contaré todo ahora —dijo respirando profundamente—. Mi marido había muerto un año antes y mi hija y yo vivíamos en el quinto piso de un edificio de varias plantas que nos asignó la unidad de trabajo. Sólo disponíamos de una habitación y compartíamos cocina y baño con otros vecinos. No era una habitación grande pero a nosotras nos era suficiente. Puesto que no soporto las temperaturas extremas, ni mucho frío ni mucho calor, yo ocupaba la parte de la habitación cercana a la pared interior, mientras que mi hija ocupaba la de la pared exterior. Aquella mañana me despertó un repentino estruendo, un estallido y un violento temblor. Mi hija gritó e intentó salir de la cama para acercarse a mí. Yo intenté incorporarme, pero no conseguí mantenerme en pie. Todo se inclinaba, la pared venía hacia mí. De pronto, la pared exterior desapareció y nos encontramos al filo del abismo del quinto piso. Hacía mucho calor y sólo llevábamos puesta la ropa interior. Mi hija gritó y se echó los brazos alrededor del pecho, pero, antes de que pudiera volver a reaccionar, fue arrojada al vacío por otra pared derrumbada.
»Chillé su nombre mientras me agarraba a unos colgaderos en la pared. Cuando finalmente cesó el temblor y pude incorporarme sobre el suelo inclinado, me di cuenta de que habíamos sufrido un terremoto. Busqué desesperadamente alguna manera de bajar y salí tambaleándome mientras gritaba el nombre de mi hija.
»No me había dado cuenta de que no estaba vestida. También los demás supervivientes iban ligeros de ropa. Hubo incluso quienes estaban desnudos, pero nadie prestó atención a estas cosas. Todos corríamos desesperados en medio de la penumbra, llorando y gritando los nombres de nuestros familiares.
»En mitad de la cacofonía chillé hasta quedarme afónica, preguntando por mi hija a todo aquel que se cruzaba en mi camino. Algunos de ellos me preguntaban a su vez por sus parientes. Todo el mundo tenía los ojos desorbitados y gritaba, nadie parecía asimilar nada. A medida que la gente fue dándose cuenta del horror de la situación, fue sumiéndose en un doloroso silencio. Se habría podido oír el sonido de una aguja al caer. Tenía miedo de moverme, no fuera que volviera a temblar la tierra. Nos habíamos quedado paralizados, contemplando el escenario: edificios desplomados, tuberías de agua reventadas, boquetes abiertos en el suelo, cadáveres por doquier, echados en el suelo de cualquier manera, colgando de los travesaños. Se estaba levantando una cortina de humo. No había ni sol ni luna, nadie sabía qué hora era. Nos preguntábamos si todavía seguíamos en el reino de los vivos.
Animé a la señora Yang a que tomara un poco de agua.
—¿Agua? Ah, sí… No sé cuánto tiempo pasó, pero empecé a sentir sed después de haber gritado hasta la extenuación. Alguien se hizo eco de mis pensamientos con una voz queda, «Agua…», recordando a todo el mundo que había que ocuparse de la cuestión inmediata de la supervivencia. Un hombre de mediana edad dio un paso adelante y dijo: «Si queremos seguir vivos tendremos que ayudarnos mutuamente y organizarnos». Los demás agradecimos su iniciativa entre murmullos.
»Empezaba a clarear y todo a nuestro alrededor cambió haciéndose más terrible. De pronto alguien gritó: «¡Mirad allá! ¡Hay alguien que sigue vivo!». En la pálida luz vimos a una muchacha atrapada entre los muros derrumbados de dos edificios. A pesar de que su cabellera le tapaba el rostro y que la parte inferior de su cuerpo estaba atrapada y escondida, supe por el color y el diseño de su sujetador, y por el movimiento esforzado de su torso, que se trataba de mi hija. «¡Xiao Ping!», exclamé. Repetí su nombre una y otra vez, loca de alegría y de dolor. Ella seguía retorciéndose desesperadamente y me di cuenta de que no me veía ni me oía. Me abrí paso a través de la multitud, señalando hacia ella y sollozando con voz ronca que era mi hija. Los escombros me bloqueaban el camino. La gente empezó a ayudarme intentando escalar el muro que había encajonado a mi hija, pero tenía una altura de al menos dos pisos y no disponían de herramientas. Grité el nombre de Xiao Ping una y otra vez. Seguía sin oírme.
»Unas cuantas mujeres y luego algunos hombres se unieron a mis llamadas para ayudarme. Pronto todos empezaron a gritar: ¡Xiao Ping! ¡Xiao Ping!
»Por fin nos oyó. Levantó la cabeza y utilizó la mano que tenía libre, la izquierda, para retirarse el pelo del rostro. Sabía que me estaba buscando. Parecía confusa, no lograba encontrarme en medio de la multitud de gente desnuda o medio desnuda. Un hombre que tenía al lado empezó a empujar a un lado a la gente que me rodeaba. Nadie entendió al principio lo que pretendía, pero pronto se hizo evidente que intentaba crear un gran espacio a mi alrededor para que Xiao Ping pudiera verme. Funcionó. Xiao Ping gritó «¡Mamá!» y agitó la mano que había quedado libre.
»Le devolví el saludo, pero mi voz estaba ronca y débil. Alcé los brazos y los agité. No sé cuánto tiempo pasamos llamándonos y saludándonos. Finalmente alguien me obligó a sentarme. Todavía había un gran espacio libre a mi alrededor para que Xiao Ping me pudiera ver. Ella también estaba cansada, cabeceaba y le faltaba el aliento. Visto en retrospectiva, me pregunto por qué nunca me pidió que la salvara. Jamás dijo nada parecido a «Mamá, sálvame». Jamás.
—¿Cuándo empezaste a contar las dos semanas y dos horas de las que me hablaste?
—Alguien gritó a Xiao Ping: «Son las 5.30 de la mañana, ¡pronto vendrá alguien a rescatarte!» Pretendía consolarla, animarla para que aguantase. Pero pasaron los segundos, los minutos y las horas y nadie venía a rescatarla.
—Fue porque la gente tardó en darse cuenta de lo que había pasado —dije yo, recordando el tiempo que tardó en llegarnos la noticia.
La señora Yang asintió con la cabeza.
—¿Qué clase de país era éste en 1976? Una ciudad había quedado en ruinas y habían muerto trescientas mil personas, pero nadie lo sabía. ¡Qué país tan atrasado era China entonces! Creo que si hubiéramos sido un país más avanzado se hubiera podido evitar la muerte de muchas personas. Tal vez Xiao Ping hubiera sobrevivido.
—¿Cuándo llegó el equipo de rescate?
—No puedo decirlo con seguridad. Sólo recuerdo que el ejército llegó primero. Los soldados estaban sudorosos de tanto correr, pero nadie se detuvo a recuperar el aliento antes de dispersarse y emprender el rescate. Dos soldados, equipados con cuerdas y mosquetones, empezaron a escalar la pared bajo la cual estaba atrapada Xiao Ping. Parecía que fuera a derrumbarse en cualquier momento aplastándolos a todos. Apenas era capaz de respirar, pues los veía acercarse cada vez más a ella…
La señora Yang se tomó un respiro de unos minutos y prosiguió:
—Cuando Xiao Ping vio que alguien se disponía a rescatarla, echó a llorar. El primer soldado que la alcanzó se quitó la cazadora del uniforme y la cubrió. Ella tan sólo tenía un brazo libre, por lo que el soldado tuvo que envolverla a medias con la cazadora como si fuera una túnica tibetana. El otro soldado le acercó una botella de agua a la boca. Los dos empezaron a retirar los ladrillos y las piedras alrededor de Xiao Ping y pronto descubrieron su brazo derecho, que estaba cubierto de morados y sangre. Por alguna extraña razón, de pronto dejaron de cavar. Me dirigí a ellos a gritos, preguntándoles qué pasaba, pero no me oyeron. Un rato más tarde bajaron y se vinieron hacia mí. Gesticulando con sus brazos ensangrentados me contaron que la parte inferior del cuerpo de Xiao Ping estaba atrapada entre las planchas de hormigón reforzado del muro, y que no podían retirarlas a mano. Les pregunté por qué sus manos estaban cubiertas de sangre. Se llevaron las manos a la espalda y dijeron que no se les permitía utilizar herramientas para sacar a la gente por miedo a hacerles daño.
»Después de que todo aquello hubiera acabado descubrí que las uñas y las puntas de los dedos de muchos soldados estaban destrozadas de tanto cavar, pero que se habían envuelto las manos con trapos y habían proseguido el trabajo. Algunos soldados gritaban como locos mientras cavaban, porque oían gemidos y gritos de ayuda entre los escombros. ¿Cuánto podían hacer sólo con sus manos? Los equipos de rescate pesados no podían llegar a la ciudad porque las carreteras estaban destrozadas. ¿Cuánta gente murió esperando que la rescatasen?
La señora Yang suspiró y se secó las lágrimas.
—Xiao Ping debió de ser una chica muy fuerte.
—Sí. Solía aullar por un arañazo en el brazo y palidecer al ver sangre. Pero durante aquellas últimas dos semanas se mostró tan fuerte… Incluso llegó a consolarme diciendo: «¡Mamá, no siento nada, o sea que no me duele!» Cuando finalmente liberaron su cuerpo vi que sus piernas estaban aplastadas. La persona que la amortajó para el funeral dijo que su pelvis se había roto bajo la presión. Espero que realmente hubiera perdido la sensibilidad de la parte inferior de su cuerpo durante aquellas dos últimas semanas, cuando estuvo expuesta a los elementos. Conté cada minuto. Durante todo aquel tiempo, la gente probó todo tipo de métodos para rescatarla, a todas horas, sin descansar un instante, pero ninguno funcionó.
»Finalmente, los soldados me ayudaron a escalar el muro para llegar a Xiao Ping, y construyeron un asiento improvisado para que pudiera sentarme allí y tenerla entre mis brazos durante largos períodos de tiempo. Su pequeño y débil cuerpo estaba frío como el hielo a pesar de que era verano.
»Durante los primeros días, Xiao Ping todavía pudo hablarme, moviendo las manos mientras me contaba historias. Pasado el cuarto día fue debilitándose lentamente, hasta que apenas pudo levantar la cabeza. Aunque le traían comida y medicina cada día, y a pesar de que alguien iba a cuidarla, la parte inferior de su cuerpo debió de sangrar todo el tiempo y la gangrena debió de empezar a actuar. Cada vez había más gente preocupada por ella, pero nadie pudo hacer nada por salvarla. La ciudad entera de Tangshan estaba en ruinas: simplemente no había suficientes operarios ni equipamiento para dar abasto, y las carreteras que conducían a la ciudad estaban intransitables. Mi pobre hija…
—Tía Yang —murmuré. Ambas llorábamos.
—Estoy convencida de que durante los últimos días Xiao Ping ya sabía que no había esperanza, aunque la gente se inventaba todo tipo de excusas para animarla. Yacía indefensa entre mis brazos, incapaz de moverse. En la mañana del decimocuarto día logró incorporarse a medias y me dijo: «Mamá, siento que la medicina que me has dado está surtiendo efecto. Todavía me quedan fuerzas, ¿lo ves?»
»Cuando la vieron incorporarse, la gente que la había estado observando atentamente durante los últimos catorce días empezó a aplaudir y a ovacionarla. Yo también creí que había tenido lugar un milagro. Al ver lo excitada que estaba la gente a su alrededor, Xiao Ping pareció recuperar las fuerzas. Su rostro, hasta entonces cadavéricamente pálido, recuperó el rubor y la muchacha habló a sus admiradores en voz alta y clara, dándoles las gracias y respondiendo a preguntas. Alguien sugirió que cantara una canción y la gente allí congregada aplaudió con aprobación. Al principio, Xiao Ping se mostró tímida, pero la gente la animó: «¡Canta una canción, Xiao Ping! ¡Xiao Ping, cántanos!» Al final asintió débilmente con la cabeza y empezó a cantar: «La estrella roja brilla con una luz maravillosa, la estrella roja brilla en mi corazón…»
»Entonces todo el mundo conocía aquella canción y hubo muchos que la acompañaron en su canto. Entre tanta desolación fue como el florecimiento de la esperanza. Por primera vez en muchos días, la gente sonrió. Tras unos pocos versos, la voz de Xiao Ping se quebró y se hundió lentamente entre mis brazos.
La señora Yang se quedó en silencio un largo rato. Finalmente se sobrepuso y continuó:
—Xiao Ping no volvió a despertar. Creí que estaba dormida, pero cuando descubrí mi error ya era demasiado tarde. No tuvo unas últimas palabras para mí. Su última experiencia en este mundo fue ver a la gente cantando y sonriendo a su alrededor. Cuando el doctor me dijo que había muerto me mostré calmada. Aquellas dos semanas y dos horas me habían exprimido hasta la última gota. Tuvieron que pasar otros cuatro días hasta que por fin lograron sacar el cuerpo de Xiao Ping, que ya había empezado a heder, y entonces fue cuando estallé en lágrimas. Su cuerpo estaba en un estado… mi propia sangre y mi propia carne… ¡Me dolía tanto, tanto!
Yo sollocé con ella:
—Lo siento, tía Yang, lo siento.
—Pobre niña, a sus catorce años sólo había visto tres películas, Guerra en las galerías, Guerra de minas y La batalla entre el norte y el sur, y ocho operetas. Jamás pudo posar los ojos en un vestido bonito o en un par de zapatos de tacón alto…
—Ésta es una gran pena en la historia de China. Yo también provengo de aquellos tiempos y prácticamente no experimenté ni la juventud ni la belleza.
La señora Yang suspiró.
—Algunos dicen que el terremoto fue un justo castigo divino por los acontecimientos de la Revolución Cultural. Pero ¿de quiénes se vengaron los dioses? Yo jamás hice nada que pudiera ofenderlos, ni nada inmoral. ¿Por qué acabaron con mi hija?
—¡Oh, tía Yang, no digas eso! La muerte de Xiao Ping no fue un castigo. No pienses eso. Si Xiao Ping, esté donde esté ahora, supiera que estás tan afligida, se preocuparía mucho. Tienes que vivir tan bien y tan feliz como puedas, ésta es la mejor recompensa por el sacrificio de Xiao Ping, ¿no estás de acuerdo conmigo?
—Sí, es cierto… pero yo… oh, bueno, no hablemos de ello. Tienes prisa, vete y ocúpate de tus cosas, no me hagas caso.
—Gracias, tía Yang —le dije apretando su mano—. Creo que ves mucha felicidad y muchas risas entre los niños de este orfanato. Estoy convencida de que, a medida que crezcan, los niños serán la continuación del espíritu de Xiao Ping y de las bellas cosas que legó al mundo.
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A continuación, 10 razones que obligan a la convocatoria de unas elecciones generales anticipadas:
1. Porque el Presidente del Gobierno es el “candado” de la confianza y el “tapón” para salir de la crisis.
2. Porque no hay que tener miedo a la democracia.
3. Porque el Presidente del Gobierno no va a cumplir el programa electoral con el que se presentó y los españoles tienen derecho a votar un programa nuevo.
4. Porque el Presidente del Gobierno ha traicionado los principios por los que le votaron (ha congelado las pensiones, ha bajado el sueldo de los funcionarios, ha abaratado el despido).
5. Porque el Congreso de los Diputados representa a la España de 2011 que es diferente de la de 2013. En una moción de censura volverían a votar los diputados que ya eligieron a Presidente del Gobierno. Entre que voten los políticos o voten los ciudadanos la democracia exige que al próximo Presidente lo elijan los españoles.
6. Porque el Presidente del Gobierno no está legitimado para pedir sacrificios a los más débiles cuando él es el responsable de la situación.
7. Porque el gobierno surgido de unas nuevas elecciones tiene cuatro años por delante para desarrollar un programa de actuación.
8. Porque la mejor manera de solucionar los problemas en democracia es con elecciones. La legitimidad da al nuevo gobierno la fuerza necesaria para acometer los problemas.
9. Porque desbloquea la situación política y permite acabar de manera real con una legislatura que ya está agotada.
10. Porque el nuevo gobierno, salido de las urnas, sería el único que puede convocar un gran acuerdo nacional para hacer frente a la crisis.
¿Qué os parecen esta decena de motivos para convovar elecciones generales anticipadas? ¿Sensatas, ajustadas a la realidad, suficientes? Parece que sí lo son. Lo curioso, es que no las he parido yo, ni el PSOE, ni ningún otro partido de la oposición. Es un burdo copia/pega de la , cambiando Zapatero por Presidente del Gobierno y modificando una fecha.
Este decálogo es una muestra más de la esquizofrenia del PP. Son los argumentos con los que el Partido Popular pedía a Zapatero elecciones anticipadas en 2010 y, como en tantas ocasiones (recortes, subida del IVA, Reforma Laboral, etc.), los mejores contra ellos mismos.