Londres no se merece tan lamentable espectáculo. Una representación tan costosa como absurda con la asistencia, cosas del protocolo, de muchos personajes indignos.
Cuando debería estar prohibido que estos especímenes se reprodujeran, se montan una bochornosa exhibición, un vergonzoso derroche, una impúdica ostentación de lujo y poderío para celebrar que dos de sus cachorros se van a aparear con la bendición divina y humana.
Cuando estos personajes deberían encontrarse en los libros de historia y museos, se exhiben graciosamente haciendo gala de lo que ellos creen glamour y elegancia, y no es más que una horterada, no muy distinta de una verbena solo que infinitamente más cara.
El gran desfile de los parásitos ha sido retransmitido y comentado por todos los medios de comunicación del mundo y, sí son ciertas las cifras según las cuales más de un tercio de la población mundial estará pendiente del acontecimiento, creo que tenemos el mundo que nos merecemos.