Hoy se cumplen 35 años de los Sucusos de Vitoria-Gasteiz, País Vasco, unos sucesos de la vergonzosa crónica negra de la transición y la Democracia, impunes aún y cuyos responsables políticos están entre nosotros: el 3 de marzo de 1976, 5 trabajadores resultaron muertos, decenas de heridos graves y centenares leves, acribillados a balazos por las fuerzas del orden en la capital alavesa.
En esa fecha, hacía tres meses y medio de la muerte de Franco pero la dictadura estaba viva, las libertades, inexistentes, eran un sueño y una exigencia, estando prohibidos los derechos de manifestación, reunión, huelga y, por supuesto, los sindicatos. Sin embargo, decenas de miles de trabajadores se movilizaban por todo el país, especialmente en Madrid y Vitoria, en reclamo de sus derechos y mejoras laborales. En la capital alavesa miles de trabajadores llevaban dos meses de huelgas y protestas, incluyendo dos huelgas generales, secundadas mayoritariamente; el 3 de marzo de 1976 estaba convocada una 3ª jornada de paro total. Ese día, 5000 personas se encontraban celebrando una asamblea informativa sobre la huelga en el interior de la Iglesia de San Francisco de Asís. Un despliegue impresionante de las fuerzas de seguridad, tanto por el número de efectivos como por el equipamiento antidisturbios que portaban, tomó la zona. En principio la policía ordenó el desalojo del templo para después lanzar gases lacrimógenos a su interior, ocasionando el pánico y la lógica axfisia de las personas que se encontraban encerradas forzando su salida; unos lo hicieron por las puertas laterales de la iglesia, donde les esperaban y fueron apaleados brutalmente; otros por la puerta principal, donde también les esperaban, pero aquí fueron recibidos, acribillados, a balazos de pistola y metralleta. Más de 2000 proyectiles contra una multitud indefensa, con el resultado de centenares de heridos de diversa consideración y 5 muertos: Pedro María Martínez Ocio, 27 años; Francisco Aznar Clemente, 17 años; Romualdo Barroso Chaparro, 19 años; José Castillo, de Basa, 32 años; y Bienvenido Pereda, 30 años.
Gracias a la interceptación por un radioaficionado de la frecuencia de la policía, se conoce que las fuerzas antidisturbios alardeaban de haber “producido una masacre y haber contribuido a la paliza más grande de la historia”.
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El 3 de marzo de 1976 hacía tres meses y medio de la muerte de Franco, el Rey ya lo era y el Gobierno lo presidía Arias Navarro, conocido como el carnicerito de Málaga, por ser protagonista de la represión en esa ciudad que produjo miles de muertos y desaparecidos, el mismo que comunicó entre sollozos la muerte del dictador. Este Gobierno heredado contaba con Alfonso Osorio como Ministro de Presidencia; Manuel Fraga como Ministro de Gobernación (hoy interior), responsable de las Fuerzas del Orden.
Este se encontraba de viaje oficial en Alemania el día de la matanza, ocupando su cargo en funciones Adolfo Suarez. La visita al país germano tenía como objetivo vender las bondades de la recién estrenada Monarquía pero, al conocerse el suceso, el Secretario General del SPD canceló la reunión y se negó a recibirle.
Fraga justificó así ante la prensa aquella masacre: “Por supuesto, tengo que decir que la responsabilidad de los que siguen echando la gente a la calle con mensajes de un tipo o de otro, les correspondía íntegra en cuanto a resultados trágicos como los que hemos vivido en Vitoria. Que este triste ejemplo sirva de gran lección para todo el pais en los meses próximos”.
Conocida es su frase de “la calle es mía”.
Miembro de ese Gobierno era también Rodolfo Martín Villa, como Ministro de Relaciones Sindicales. Este había ocupado desde los años 60 distintos cargos relacionados con los sindicatos verticales y antes de ser nombrado ministro ocupaba el cargo de Gobernador civil y jefe provincial del Movimiento de Barcelona (1974). Después, en el primer Gobierno de Suarez en julio de 1976, fue nombrado por este Ministro de Gobernación, cargo que ocupó hasta 1979. Era conocido como “la porra de la transición”. En los últimos años ha sido presidente de Endesa y Sogecable.

En el año 2005, El Instituto de Historia Social Valentín de Foronda de la Universidad del País Vasco, realiza un informe a petición de la asociación que agrupa a las víctimas de aquellos sucesos y a sus familiares, donde se dice que aunque «no se pueden determinar responsabilidades personales», sí cabe constatar que las decisiones que condujeron a los hechos fueron «tomadas por funcionarios con órdenes procedentes de alguna instancia de la línea de mando, cuyo vértice en ese momento era el Gobierno de España» y llega a las siguientes conclusiones:
Responsabilidades: «Existen responsabilidades penales claras»
Funcionarios: «No se pueden determinar responsabilidades personales, pero si cabe situarlas en alguna instancia del mando policial, en funcionarios».
Desproporción: «Había una inadecuada dotación de fuerzas antidisturbios. Hubo un uso irresponsable, y quizá criminal, de armamento de guerra frente a un problema de orden público».
Concordato: «Se infringió el Concordato de relaciones con la Santa Sede, que garantizaba la inviolabilidad de las iglesias ».
En el año 2008 se creó una Comisión Especial del Parlamento Vasco para investigar los hechos del 3 de marzo de 1976 a la que fueron llamados a declarar Alfonso osorio, Martín Villa y Manuel Fraga. “No voy a ir ni a contestar absolutamente a nada”, dijo Fraga, la Cámara autonómica es “totalmente incompetente para llamar para nada a una persona que fue ministro del Gobierno de la nación hace treinta años”.
Hoy, 35 años después, no se han depurado responsabilidades, ni se sabe quién y porqué dió la orden de disparar a matar. Los Sucesos de Vitoria forman parte de la memoria histórica y se entiende mejor el porqué dejarla en el olvido.
Para terminar, el cantautor catalán Lluís Llach compuso en memoria de las víctimas el tema “Campanades a Mort”. Hoy, 35 años después y de muchas veces escuchado, se me siguen poniendo los pelos como escarpias.
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