Partes del cuerpo inútiles al perder su función (vestigiales)
La evolución a lo largo del tiempo, de los seres vivos en general y del ser humano en particular, es la causante que en nuestro cuerpo se hayan producido cambios físicos y morfológicos de adecuación al medio.
De los primates a los homínidos (Australopithecus) , de estos al Homo sapiens, hasta desembocar finalmente en el hombre actual. Los cambios morfológicos y biológicos son la constante en la escala evolutiva. Hemos perdido cosas por el camino (vello corporal) y otras se han atrofiado, o están en ello, dado que no nos resultan de utilidad. El órgano no crea la función, al contrario, es la función la que crea el órgano; en un proceso lento, cuando desaparece la primera, desaparece el segundo.
Es lo que vamos a ver en este post: partes del cuerpo inútiles al perder su función. Partes vestigiales, incluso de anfibios y reptiles.
Vello corporal. Necesario para proteger y dar calor cuando íbamos desnudos; actualmente, salvo las cejas que protegen a los ojos de los rayos ultravioleta del sol, del sudor y del polvo, y el vello púbico (en menor medida) evitando que las áreas genitales tengan contacto con virus y bacterias producidos por el roce con la ropa y atrapar el perfume de las feromonas que despiertan el apetito sexual, el resto del vello corporal apenas tiene sentido por lo que paulatinamente va desapareciendo.
Las muelas del juicio. En proceso de desaparición. La alimentación actual las hace innecesarias al no masticar ni ramas ni huesos. Sólo el 5% de la población cuenta con un juego sano de estos terceros molares y un 10% ni las tienen.
El apéndice. Un tubo muscular que se une con el intestino grueso cuya función era digerir la celulosa cuando la dieta de los humanos se basaba más en proteínas vegetales que animales. Cuando se inflama causa dolor y se puede extirpar sin ningún problema.
Músculo erector del pelo. Pequeño músculo involuntario que va desde la parte superficial de la dermis hasta el folículo piloso, debajo de la glándula sebácea. Permitía al hombre, igual que hacen algunos animales, erizar el pelo para intimidar simulando mayor tamaño o como protección. Como no tenemos apenas pelo que erizar nos provoca la conocida como “piel de gallina”.
Dedo meñique del pie. Salvo el dedo gordo del pie que es fundamental para mantener el equilibrio, los demás van perdiendo su función, especialmente el más pequeño, que lo va siendo más de generación en generación.
Coxis. Conocido como rabadilla, está compuesto por cuatro o cinco piezas soldadas (vértebras coccígeas) en forma de triángulo. Es la última vértebra o el último hueso de la columna vertebral justo debajo del sacro, con el que tiende a unirse con la edad. Lo que queda de cuando teníamos rabo, el cual nos servía para mantener el equilibrio al desplazarnos a cuatro patas; empezó a desaparecer al hacerse inútil cuando comenzamos a caminar erguidos. Ahora funciona como una estructura de apoyo para varios músculos y un apoyo al cuerpo cuando se sienta y se inclina hacia atrás.
Costillas cervicales. Hombres y mujeres tenemos el mismo número de costillas, 12 pares. Chimpancés y gorilas tienen 13 pares, al igual que ocurre con un pequeño porcentaje de la población. También en pequeño porcentaje, en algunas personas aparecen costillas en el cuello, cervicales, vestigios de otras costillas (posiblemente de reptiles). Normalmente desaperecen en el embrión, pero cuando se mantienen, ocasionan problemas.
Músculo piramidal. Más del 20% de nosotros carecemos de este diminuto músculo triangular similar a un marsupio que se une al hueso púbico. Podría tratarse de una reliquia de la bolsa de los marsupiales.
Músculo plantar. Este músculo fue util para otros primates, que lo usaban para agarrar objetos con los pies. Ya ha desaparecido en el 9% de la población humana. Ubicado en la planta del pie es el responsable de las famosas “rampas” o contracciones dolorosas involuntarias de esta zona. También sería muy útil si aún tuviésemos la planta del pie articulada, ya que nos permitiría cerrarla como una mano para poder, por ejemplo, trepar más eficazmente.
Músculo palmar. Une el codo con la muñeca y nos proporcionaría una fuerza extra si anduviésemos colgados de alguna rama. Aunque ya no es el caso, el músculo continua en su sitio y al menos 1 persona de cada 10 aun lo presenta. Su importancia es tan mínima que los cirujanos lo aprovechan como materia prima si se ha de reconstruir algún otro músculo.
Músculo bajo clavicular. Si no lo tienes, no estás mal hecho (a menudo está ausente). Este pequeño músculo, que sería útil si camináramos a cuatro patas, ahora puede ocasionar serios problemas. Si comprime las arterias que hay debajo de la clavícula, puede producir isquemia.
Branquias embrionarias. Durante el estado embrionario todos los seres humanos desarrollamos hendiduras branquiales afuncionales para perderlas posteriormente. La explicación más aceptada actualmente, siguiendo la teoría ontogénica de Haeckel, es que antepasados lejanos poseían branquias y por esa razón aparecen no sólo en los humanos, sino en todos los vertebrados durante su fase embrionaria. El estudio de los embriones permite comprender las relaciones de parentesco entre diferentes especies, ya que en el desarrollo mismo aparecen estructuras y organos similares entre ellos (Ej. branquias en los peces y en el humano). El parecido de los embriones y su posterior diferenciación no hace más que revelar el origen común entre ellos.
Órgano de Jacobson. O vomeronasal. Está en la nariz y es un órgano olfativo especial que detecta pherormonas (la sustancia química que provoca el deseo sexual, la alarma, o la información sobre rastros de alimentos). Este es el órgano que permite a algunos animales rastrear a otros con fines sexuales y detectar peligros potenciales. Los humanos nacen con el órgano de Jacobson, pero en una época temprana de su desarrollo sus capacidades disminuyen hasta un punto en que éste se inutiliza. En un pasado, los humanos habrían usado este órgano para localizar a sus parejas cuando la comunicación no era posible.
Prepucio. Es la piel que recubre el glande y está considerado como vestigial, aunque sólo desaparece con la circuncisión, por el momento. Cuando andábamos desnudos por el mundo y la sexualidad era animal, la función del prepucio era mantener un cierto grado de humedad para facilitar la penetración rápida y proteger el glande del roce con hierbas y matorrales.
Báculo. O hueso del pene. Presente en casi todas las especies de mamíferos pero no en el hombre. Parece que nunca lo hemos tenido, excepto en algún extraño caso documentado. De forma y tamaño variable según la especie, su función es posibilitar la penetración en ausencia de erección. El tamaño del báculo es inversamente proporcional al lugar que se ocupe en la escala evolutiva, más pequeño cuanto más arriba. Así, mientras una ballena posee un báculo de entre 2 y 3 metros, en un chimpance, el más cercano al hombre, es insignifante con apenas unos milímetros de tamaño.
Existe una una teoría, no sé si científica, que explica que la ausencia de báculo en el hombre se debe a la selección natural. La hembra prefiere machos sanos para procrear, y un indicio de salud sería la capacidad de erección en el macho sin ayudas óseas.
Otra teoría, creacionista y fantástica, dice que la bíblica costilla de Adán con la que Dios creó a Eva, no procedía del tórax sino del pene, lo que explicaría la igualdad de costillas en hombres y mujeres y la ausencia de báculo, o hueso del pene.
Báculo también se denomina al bastón de los Obispos, lo que explica algunos comportamientos.
Báculo de mapache
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